En este capítulo hemos enfatizado especialmente los controles intrínsecos de la circulación, como el mecanismo de autorregulación para el control del flujo sanguíneo local, el control automático del gasto cardíaco, el control a largo plazo de la presión arterial, el control a largo plazo del volumen sanguíneo y la distribución automática de fluidos entre la circulación y los espacios intersticiales. Las razones para hacer hincapié en estos mecanismos son varias: en primer lugar, muchos experimentos han demostrado que los mecanismos intrínsecos pueden proporcionar un control altamente estable a largo plazo de la circulación. En segundo lugar, el valor de los controles nerviosos y hormonales probablemente se haya exagerado en el pasado. Y, en tercer lugar, hay complejidades especiales de los controles intrínsecos, como las no linealidades, el retraso en las respuestas y otros efectos, que los han hecho difíciles de entender; probablemente, estas dificultades han llevado a que no se les preste suficiente atención. Sin embargo, no hemos querido quitarle a los sistemas nervioso y hormonal su verdadera importancia en el control circulatorio. Por ejemplo, los mecanismos intrínsecos casi no tienen capacidad para el control de la presión arterial aguda (solo para el control a largo plazo), y no tienen ningún mecanismo para proporcionar el impulso necesario para que el animal ingiera agua y electrolitos. Estos requieren los controles nerviosos. Además, los reflejos nerviosos son importantes para mejorar la eficacia del control del volumen sanguíneo y el control del bombeo cardíaco. Entre los mecanismos hormonales, el sistema renina-angiotensina puede proporcionar un grado modesto de control de la presión arterial cuando la presión cae por debajo de lo normal al provocar una respuesta vasoconstrictora en los vasos sanguíneos periféricos. Sin embargo, este sistema parece tener una función renal aún más importante, un efecto directo en los riñones para causar retención de líquidos; esto a su vez aumenta el volumen de líquido corporal y de esta manera aumenta la presión arterial. Por último, los papeles de la ADH y la aldosterona en el control del volumen sanguíneo probablemente se han exagerado mucho. Por otro lado, tanto la experiencia clínica como los estudios experimentales están comenzando a demostrar que el sistema sed/ADH es probablemente, con mucho, el mecanismo más potente que tenemos para el control de la concentración de iones de sodio del fluido extracelular. Por otro lado, el mecanismo de aldosterona parece ser nuestro principal sistema de control para mantener una concentración normal de potasio en el líquido extracelular.