Para el Editor
La ausencia de directrices basadas en la evidencia para el tratamiento de infecciones comunes encontradas es una barrera significativa para una mejor administración de antibióticos en el entorno de atención a largo plazo (LTC). En consecuencia, los algoritmos de tratamiento antimicrobiano revisados por pares desarrollados por el Dr. Zarowitz y sus colegas como parte de las Directrices de Atención Farmacéutica Geriátrica de Omnicare que se publicaron recientemente en JAMDA1 representan una contribución potencialmente importante al campo.
Sin embargo, nos preocupa la decisión de los autores de incluir la orina ruidosa y maloliente como indicador de infección del tracto urinario (TI) en sus algoritmos (Figura 1). Si bien hay evidencia para apoyar la disuria, la frecuencia y el dolor abdominal inferior como síntomas de una infección urinaria, no hay evidencia para apoyar la falta o la turbiurina como signos de infección. Hay muchas causas potenciales de cambios en las características de la orina, incluido el estado de hidratación, los alimentos consumidos recientemente y las medicaciones. De hecho, hay evidencia de un ensayo clínico de que el olor falla en la prueba de niff.2 Midthun y colegas llevaron a cabo un estudio en el que dos asistentes de investigación con experiencia en hogares de ancianos evaluaron la orina recién vaciada para detectar la presencia de olor. Los resultados de la prueba de»olfato» se compararon con los resultados del análisis de orina y el cultivo.El valor predictivo positivo del olor fue de 54% para bacteriuria y solo de 28% para situaciones en las que la piuria estaba presente con bacteriuria. Es notable que los Criterios originales de Loeb 3, así como una modificación posterior de estos criterios4 y las definiciones de vigilancia de vigilancia recientemente actualizadas 5excluyen explícitamente la orina turbia y maloliente como indicador de infección urinaria.
Si bien el diagnóstico de una infección urinaria debe hacerse por motivos clínicos, hay pruebas convincentes de que los resultados del cultivo de orina tienen una influencia desmesurada en la toma de decisiones antibióticas en las instalaciones de CPL. En consecuencia, es fundamental que los cultivos de urina solo se ordenen cuando exista una probabilidad suficiente de UTI antes de la prueba. La recomendación de los autores de realizar pruebas y tratar a los residentes de ILP que exhiban orina oscura y maloliente parece ir en contra de este principio y, nos parece, promueve un exceso de pruebas y de tratamiento que podría tener la consecuencia involuntaria de aumentar la resistencia a los antibióticos y la dificultad de Clostridium.6 Se sugirió cuidadosamente a los autores que revisaran su algoritmo para eliminar la orina turbia y maloliente como indicador de infección urinaria.