Los propietarios de Chicken Point Cabin y sus dos hijos pequeños compraron la propiedad frente al mar, ubicada a media hora de su casa en el norte de Idaho, para construir una cabaña junto al lago. Su intención era poder usar la casa durante todo el año, pero especialmente durante el verano, cuando el clima local puede ser opresivamente caluroso. Su única directiva para Tom era simple: hacer la casa lo más abierta posible al agua. La respuesta de Tom a este desafío fue tan directa como la solicitud: un gran ventanal giratorio en la orilla del agua que literalmente se abre al paisaje. «Casita, ventana grande», en palabras de Tom.
Este gesto directo y potente impuso una multitud de desafíos técnicos y de diseño. Al principio se propuso un dispositivo de contrapeso simple con bolsas de arena, luego un sistema mecánico generado por energía que trata la ventana de veinte pies por treinta pies como una gran puerta de garaje. Sin embargo, el deseo de diseñar algo que requiriera la acción directa del usuario resultó ser demasiado irresistible. La solución final es un artilugio mecánico de manivela manual que emplea un principio de contrapeso a través de un conjunto de engranajes, como el de una bicicleta, que permiten una mínima entrada de fuerza para girar la ventana de acero y vidrio de seis toneladas. Aunque el aparatito emplea una sofisticada ingeniería mecánica, el resultado no es diferente de la apertura de una solapa de carpa, lo que permite que el aire fresco y las vistas sin obstáculos entren en la cabina propiamente dicha.