Gracias a los comerciales de Reebok que se emitieron antes de los Juegos Olímpicos de Verano de 1992, Estados Unidos sabía que Dan O’Brien podía correr 100 metros en 10,3 segundos y lanzar un disco de 172 pies. Pero cuando el decatleta perdió sus tres intentos de salto con pértiga en las pruebas, se hizo más famoso por otra cosa: la asfixia.
De Esta Historia
«Durante media hora, caminé con las manos en la cabeza, diciendo:’ ¿Qué acaba de pasar? ¿De verdad fue mi tercer intento?»dice O’Brien, autor del nuevo libro Clearing Hurdles. Buscó a su madre en las gradas; lloró. «Alguien tuvo que explicármelo:’ Amigo, no vas a ir a las Olimpiadas.'»
Sian Beilock, psicóloga de la Universidad de Chicago y autora de Choke, ha dedicado su carrera a estudiar meteduras de pata épicas. «La asfixia no es solo un mal rendimiento. Es peor rendimiento de lo que eres capaz precisamente porque hay mucho en juego.»
Los no atletas también se ahogan, ya sea en medio de un brindis de boda o mientras estacionan en paralelo ante un cónyuge vigilante. La asfixia puede ser más dolorosa en los deportes, donde los atletas hacen movimientos chapuceros que han pasado toda la vida perfeccionando.
Los Juegos Olímpicos son un campo minado asfixiante, dice, porque la mayoría de los atletas solo obtienen una oportunidad. Deportes raramente televisados como el balonmano y el eslalon en canoa son lanzados ante grandes audiencias, con medallas y dinero de respaldo en juego. La atmósfera de buena voluntad internacional solo empeora la situación: Los estudios muestran que cuanto más amigable es el público, más conscientes se vuelven los jugadores.
Beilock llenó una habitación de su laboratorio con césped artificial y pidió a los golfistas que se balancearan en el verde improvisado, creando presión al ofrecer dinero por un buen rendimiento y presentar a una audiencia, lo que empuja a la gente a escudriñar sus movimientos. Los expertos fueron un 20 por ciento menos precisos en putts de tres a cinco pies. Los golfistas a menudo se ahogan cuando piensan demasiado, dice Beilock. Los atletas expertos usan circuitos cerebrales aerodinámicos que en gran medida evitan la corteza prefrontal, el asiento de la conciencia. Al exterior destaca desplazar la atención, «la corteza prefrontal deja de funcionar como debería,» ella dice. «Nos enfocamos en aspectos de lo que estamos haciendo que deberían estar fuera de conciencia.»
Beilock recomienda distraer la mente con detalles sin sentido, como los hoyuelos de una pelota de golf, o acelerar los movimientos para que el cerebro no tenga tiempo de pensar demasiado. Bajo pruebas de laboratorio, los golfistas que se movían más rápidamente mejoraron su rendimiento en un tercio.
Por su parte, Dan O’Brien revisado el clip de su 1992 choke tantas veces que ya no lo desordenado de su mente, y cuando se proyectó en el Jumbotron en 1996, ensayos, «yo sólo me reía para mis adentros,» él dice. No solo entró en el equipo, sino que ganó el oro.