Cuando me uní a Human Rights Watch hace más de dos décadas, rápidamente me involucré en una campaña mundial para detener el uso de niños soldados. Hoy se cumplen 20 años de uno de los logros clave de la campaña: la adopción del tratado de las Naciones Unidas que prohíbe el uso de niños soldados. Desde entonces, 170 países han ratificado el tratado, acordando no utilizar a niños menores de 18 años en hostilidades directas y tipificar como delito el reclutamiento y la utilización de niños por grupos armados no estatales.
Debido al tratado, los gobiernos, incluidos los Estados Unidos y el Reino Unido, que utilizaron a jóvenes de 17 años en combate, han cambiado sus prácticas de despliegue. Más de 140.000 niños soldados han sido liberados o desmovilizados. Al menos una docena de gobiernos y grupos armados han cumplido acuerdos formales con la ONU para poner fin al uso de niños soldados, incluidos Chad, Costa de Marfil, Sudán y Uganda. Los comandantes que alguna vez reclutaron a niños con impunidad han sido condenados por crímenes de guerra y han recibido largas condenas.
Hasta hace poco, el progreso parecía ser constante y positivo. Pero en los últimos años, hemos visto cómo ese progreso se erosiona, con aumentos preocupantes de reclutamiento de niños en países como la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Irak, Nigeria, Somalia y Siria. A medida que los gobiernos luchan contra los grupos armados, cada vez más encarcelan, torturan y enjuician a ex niños soldados, en lugar de proporcionarles rehabilitación y reintegración, como exige el tratado.
En lugar de celebrar, este aniversario nos pide que hagamos más: investigar y enjuiciar a los comandantes que reclutan a niños menores de edad, cortar el apoyo a las fuerzas y grupos que explotan a los niños, negociar más planes de acción para poner fin al uso de niños en la guerra y garantizar que los ex niños soldados reciban la rehabilitación y el apoyo que necesitan.