Liposomas como herramienta para manipular la función de los macrófagos
Desde un punto de vista evolutivo, los macrófagos son células antiguas. Forman el núcleo del sistema inmunitario natural y aparecieron mucho antes de que las células formaran el complejo sistema inmunitario de los vertebrados superiores. Como consecuencia, durante la evolución, adquirieron funciones tanto en reacciones inmunitarias naturales como en la regulación de funciones de muchas células no fagocíticas. Estas últimas funciones están mediadas principalmente por moléculas solubles como citocinas y quimiocinas.
Los macrófagos también están involucrados en la «homoiostasis» del cuerpo al ingerir y digerir microorganismos o partículas no auto y macromoléculas. La digestión está a su vez mediada por sus enzimas lisosomales.
Los liposomas son vesículas lipídicas preparadas artificialmente, que consisten en bicapas de fosfolípidos concéntricos que atrapan compartimentos acuosos. Se pueden utilizar para encapsular moléculas fuertemente hidropihílicas resueltas en soluciones acuosas, como clodronato, un bisfosfonato no tóxico, desarrollado para aplicación humana. El clodronato resuelto libremente no cruzará las membranas liposomales o fosfolípidos celulares. Después de la inyección, los liposomas, utilizados como caballos de Troya en este caso, serán ingeridos y digeridos por macrófagos, seguidos de la liberación intracelular y la acumulación de clodronato. A cierta concentración intracelular, el clodronato induce la apoptosis de los macrófagos. Con este enfoque, i. e. al crear un animal con tejidos u órganos agotados por macrófagos, los aspectos funcionales de los macrófagos se estudian «in vivo» en muchos proyectos de colaboración.
Además, se obtuvieron resultados prometedores mediante la aplicación de liposomas de clodronato para la supresión de la actividad de los macrófagos en varios modelos de enfermedades autoinmunes, trasplantes, trastornos neurológicos y terapia génica.